miércoles, 31 de agosto de 2011

Del diario de la Capitana


Día 4 del mes 5 desde el aterrizaje.
Por todos los demonios, como puede hacer tantísimo calor en estas tierras.
Odio la lava.
Odio la ceniza.
Ya podías venir a compartir este calor ¿eh?
En fin... Voy a desayunar.


sábado, 27 de agosto de 2011

La historia de cómo escapé del O Fortuna II

Me llamo Marvik Winderth y esta es la historia de cómo escapé del O Fortuna II.
Desperté yo, un enano guapo, atractivo, hermosísimo, de melena negra larga y brillante, ojos azul claro, encerrado en una sucia jaula de barrotes gruesos y bastante oxidados. No quieras saber cómo llegue allí, y si lo quieres saber me da igual, no te lo voy a contar, no por ahora. Pero volviendo al tema, estaba yo allí, con la única compañía de una vela encendida a mi lado, encerrado, en un lugar oscuro y húmedo. No tenía muy claro donde estaba, pero demonios, ¡No tenia ron!
Me di de cabezazos contra los barrotes, los pateé, empujé e incluso mordí pero a pesar de su aspecto deteriorado eran aún sólidos. Rebusqué entre mis bolsillos en búsqueda de algo que me ayudase a escapar de ahí, pero, ¡Vaya! , No sé cómo no se me ocurrió pensar que quien quiera que fuese el que me encerró allí habría rebuscado antes. Me senté en un rincón y salude a las arañas que se mecían sobre mi cabeza.
Espere y espere y seguí esperando. Desconocía cuanto tiempo pasó desde que desperté en ese lugar.
-¡¿Hola?! – Pregunté mirando hacia los lados, donde tan solo veía oscuridad.
Ninguna respuesta, ningún ruido. Así estuve esperando durante quien sabe cuánto hasta que el suelo empezó a mecerse lentamente. Una luz me cegó durante un momento, se acababa de abrir una puerta frente a mí en la distancia y tres pequeñas figuras estaban en su umbral. Una de las figuras soltó una risilla y se dirigieron hacia mí.
- Vaya, vaya, vaya. ¿A quién tenemos aquí? Al señor Winderth.
Hablaba uno de ellos, el del medio, mientras los otros dos se separaban y abrían un par de ventanas iluminando la habitación. Conforme se acercaba pude verles mejor. Eran goblins, goblins de un verde amarillento, bien vestidos y llenos de alhajas. El que se dirigió a mí se acercó más y pude reconocerle. Era Tekror Cieloardiente. Te preguntarás quien es, pues es uno de los piratas más peligrosos que podrías encontrarte. Es un goblin bastante alto para su raza, fuerte con unos ojos y cabellera rojos como la lava.
- ¡Tekror! – Exclamé sorprendido.
- Bienvenido al O Fortuna II, ¿Qué? ¿No esperabas que te encontrase? ¡Te juré que me vengaría! Vas a pagar por todo lo que me hicisteis tú, tu hija y la estúpida tripulación en la que estabas metido.
Gritó con su voz chillona que aunque graciosa a mi me produjo terror en ese momento. Se acercó aún más, y pude ver su brazo, un gran armatoste de metal, ¡eso era su brazo!
Me miraba con furia, sabía que me mataría, solo me quedaba esperar. Hizo un gesto con su otro brazo y uno de sus acompañantes se acercó con un pergamino, pluma y un tintero.
- Para que veas que no me caes tan mal, te dejo que te despidas de tu hija. ¡La maldita enana que me cortó el brazo! – Exclamó Tekror mientras subía progresivamente el tono.
El goblin que traía las cosas las tiró dentro de la jaula riéndose. Le miré, mire los objetos y luego a Tekror. Este me miró con una sonrisa en la cara y me dijo:
- La mandaré enserio, puedes fiarte, y si no que más da, estarás muerto.
Y marchó seguido de los otros dos goblins. No sabía qué hacer, no sabía qué decir, no sabía qué pensar. Y mi pobre hija… Hacía mucho tiempo que no la veía y como ninguno de los dos paramos quietos no teníamos donde contactar. La última vez que la había visto estaba a bordo de Brisa del Alba, el dirigible que capitaneaba Yeirrek, un gran orco, no de tamaño, que también y de su aparato ni hablemos... Pero no nos desviemos…
Tras meditar mucho, pensé que no tenía nada que perder escribiendo a mi hija. Cogí los materiales, me tumbe en el suelo y escribí, escribí sin pensar, escribí lo que el corazón me decía. Cerré el sobre y puse la dirección a la que teníamos acordado mandarnos noticias a pesar de no usarlo mucho. Acabe llorando desconsoladamente, mi hija es lo único que tengo en esta vida ¿Sabes?
Al cabo de un rato vino uno de los goblins y me trajo agua, recogió la carta y si fue. El agua era poco mejor que barro. Intenté dormir pero no pude, me venía a la cabeza la imagen de mi hija, recuerdos felices, momentos que nunca más tendría.
- Hija mía, ojala pudiese volver… - Susurré.
Entonces, con el rosto sonriente de mi hija en mi mente, recobré la esperanza. Cómo un enano tan guapo como yo iba a morir a manos de una panda de duendecillos verdosos. ¡Nunca!
Rebusqué nuevamente entre mis ropas aun sabiendo que no encontraría nada y entonces caí en la cuenta. Quizás no fuese lo que buscaba, pero serviría. Escondido en la barba tenía un viejo peine de metal, regalo de mi padre, no tan guapo como yo pero bueno. Medité, ¿Que podía hacer con un viejo peine para escapar de allí? Me quede observándolo en silencio, le di mil vueltas y ni una sola idea.
- ¡Ya se! – Exclamé.
Usar sus púas como ganzúa fue mi gran y brillantísima idea. Era lo bastante grande para ello y usando un poco de mi grandiosa fuerza partí algunas. No funciono a la primera, ni la segunda ni la tercera así que tuve que seguir intentándolo hasta que por fin resultó. La puerta de la jaula se abrió pesadamente haciendo mucho ruido. Eso no lo esperaba así que corrí a esconderme. Afortunadamente encontré unas cajas y me escondí tras ellas. A los pocos segundos aparecieron un par de goblins, no sé si los mismos de la otra vez, me resultan todos iguales, y se dirigieron hacia la jaula, perplejos se miraron el uno a otro y a continuación a sus lados. Creí que serian más estúpidos, pero no, y comenzaron a rebuscar, mientras yo ahí mirándoles, esperando. Uno de ellos se acerco bastante a mí, pero sin darle tiempo a descubrirme, salte sobre él y empecé a golpear su fea y calva cabeza. Debido a mi peso, que es todo musculo, se tambaleo y cayó al suelo. El segundo goblin mientras tanto vino corriendo y me cogió del cuello. Me faltaba el aire pero eso no impidió que le metiese los dedos en los ojos repetidas veces al goblin que tenia debajo. Mira si tuve suerte que mi amigo el goblin cegado tenía una daga, que obviamente tome prestada, para asestar un pequeñísimo corte en una de las muñecas del goblin que me apresaba con el resultado de una ducha de sangre. Un goblin gateando por el suelo, otro gritando mientras intentaba taponar la herida… Uno no se quiere quedar con ese panorama así que con la daga en la mano y lleno de sangre salí de la habitación.
Era de noche y soplaba el viento. Estaba bastante iluminado debido a la gran, inmensa, gigantesca y enorme luna y a pequeños puntitos de estrellas. No era un dirigible muy grande, seguramente tendrían más o algún otro más importante. Me pegué a la pared para intentar ocultarme. Un goblin distraído pasó a mi lado y con la velocidad asombrosa que poseo le agarré y le di un cabezazo que le dejó sin sentido. Menudos debiluchos aquellos personajillos. Caminé despacio, intentando no hacer ruido y en cuanto estuvo a mi alcance acerqué la cabeza a la borda y miré hacia abajo. Un infinito mar azul oscuro. Estaba muy alto. Podría haber saltado, pero no lo hice. Puede que sea tonto, aunque mi belleza y fuerza lo compense, pero no iban a salir tan bien parados mis amigos los goblins después de haberme secuestrado.
Eché un vistazo alrededor, no parecía haber más goblins. Tenía que pensar algo rápido, me mire a las manos, y se me ocurrió.
Caminé con cuidado aunque con paso rápido por la cubierta hasta que encontré una pequeña escalera de cuerda que subía. Subí, subí y cuando llegue arriba, sin pensarlo dos veces clavé la daga que aun sostenía y raje la tela del zepelín cuan largo era mi brazo. Parecía que no pasaba nada, pero al mirar hacia el mar vi que descendía, lentamente, pero lo hacía. Baje rápidamente, sonriendo, pero cuando llegue abajo Tekror Cieloardiente me estaba esperando.
Me cogió del cuello y me levantó. Pataleé y me retorcí. Me empezaba a faltar el aire, pero cogí un poco de impulso y conseguí darle una patada a su fea y verdosa cara. Me soltó y caí de culo. Dolió. Me miraba con ira, mucha ira. Se agachó con el brazo metálico extendido para volver a agarrarme pero yo fui más rápido y gire hacia un lado esquivándole. Me levante mientras daba un paso atrás y colocaba la daga de modo defensivo. Pensaras, ¿Que va hacer una daga contra un brazo metálico? Pues la verdad es que nada, me lanzo un puñetazo a la cara y caí hacia atrás de nuevo. Había más sangre y esta vez mía, mi preciosa cara….
-¡Mi cara no se toca! - Le grite con furia.
Cargué hacia él y dándole un cabezazo en el estomago lo tire al suelo. Se encogió, supongo que de dolor, pero me agarro de un tobillo y por tercera vez caí al suelo. Se me subió encima e intentó darme otro puñetazo, entonces fue mi turno, y como él me había hecho, intente estrangularle, dimos varios giros, abajo, arriba, abajo, arriba. El zepelín iba perdiendo altura pero muy lentamente. Chocamos con la barandilla quedando yo arriba. Le mire, me miró y le dije:
- ¡MI CARA NO-SE-TOCA!
Le solté, me levante rápidamente y cerré los ojoscogiendo impulso me dispuse a saltar. Ya podia sentir las frias aguas. Pero Tekror me agarro y metió de nuevo en el dirigible. Le di una patada y me soltó.
- ¡Te acordarás de esto Winderth! ¡Te acordaras!
Eso fue lo último que escuche mientras me zambullía en las frías aguas del mar. Nadé y nadé hasta quedarme sin fuerzas y entonces, para mi suerte, ¡Una tortuga marina! Iba lentamente y mi miró un segundo mientras seguía con su camino. No lo pensé dos veces y me subí. No se quejó pero aun así le di las gracias. Acabé durmiéndome abrazado a ella.
Desperté en una costa y, bueno, nadé, nadé y viaje hasta llegar aquí, pero eso ya son otras historias.
Ahora estoy buscando a mi hija antes de que la encuentren. Pero bueno… Ya te habrás cansado de mis fantásticas aventuras. ¿Te invito a otra cerveza?

viernes, 19 de agosto de 2011

Diario de una Pirata Parte III

Habían pasado unos días desde que Larka paritió de la villa, días aburridos y solitarios.
La Vigilia de Morgan estaba tranquila, serena. Empezaba anochecer y los habitantes del campamento se dedicaban a sus quehaceres diarios sin prestar mucha atención a su alrededor.
Cuando llegó al campamento nadie se sorprendió ni dijo nada. Aparcó a Singular en la parte trasera sin hacer ruido y se instaló en una de las pequeñas casas, si es que aun se les puede llamar así, en ruinas, polvorienta y oscurecida por las cenizas. Ciertamente no era el lugar más cómodo en el que había estado pero le valdría temporalmente y no molestaba a nadie.
- Esto es más aburrido de lo que yo creía… - Musitó mientras observaba las ruinas.
Se sentó en el sucio suelo cerca de una caja y coloco el pequeño mapa de la zona sobre ella junto a la carta de su padre. El mapa no era muy detallado, cuatro cosas importantes y nada más pero le serviría para guiarse.
- Quizás si voy por aquí, o mejor por allí… - Susurro mientras giraba el mapa en todos los sentidos. – Esta zona no me gusta nada.
Miro hacia el cielo, ya era tarde, y acomodándose como pudo entre ruinas y cenizas se durmió.
- ¡Huye! ¡Márchate de aquí antes de que sea tarde! Este lugar…. ¡Fuera!
Larka se despertó sobresaltada y se dio un coscorrón con una viga de madera. Mientras se frotaba la cabeza vio al anciano de pelo gris y ropas rasgadas de tela que le había gritado, le miraba fijamente pero sin mirarla realmente. Este se fue despacio, andando hacia atrás mientras la señalaba.
- ¡Pero usted está loco! ¡¿Qué le pasa?! –Dijo mientras se intentaba levantar de un salto dándose otro golpe. - ¡Ay!
Para cuando volvió a mirar hacia la puerta el hombre ya no estaba. La verdad es que no le sonaba de haberle visto el día anterior, pero tampoco se fijo en los distraídos lugareños.
Estaba amaneciendo, o eso parecía porque el rojizo cielo no facilitaba la visión. Recogió los trastos que había desperdigado por la casucha y sacudiéndose el polvo salió de ella. Había un par de hombres, quizás tres, junto a una pequeña hoguera, en silencio.
- Esta gente es realmente extraña. –Dijo para sí misma y suspirando se puso en dirección a Singular.
Singular seguía allí, quieta, pero con una capa de polvo y ceniza que se había acumulado a pesar de llevar allí solo una noche. Sacando un pequeño y sucio trapo de una de las mochilas que llevaba atadas a Singular la froto bien fuerte para quitarle esa suciedad. No le costó mucho esfuerzo y sonrió mientras miraba lo brillante que estaba su máquina. Colocó todo en su sitio y se sentó acomodándose en Singular. Apoyo las manos en el volante, dio a un par de botones y…
- ¡¿Qué?!
Grito tan alto que debió escucharle todo el campamento pero nadie dio señas de haberlo hecho.
- Maldita sea, ¿Cómo demonios no va haber combustible?, ¡¿Cómo?! - Se bajó de Singular y la observó detenidamente. – ¿Se puede saber a qué te has dedicado esta noche pedazo de chatarra? ¿Cómo quieres que vayamos hasta allí arriba? – Dijo señalando el cielo.
Dio media vuelta y marchó hacia los hombres que vegetaban junto al fuego. Estaban completamente en su mundo, mirando las llamas. Larka carraspeó pero o no se enteraron o pasaron de ella.
- ¡Hola! ¿Alguno de ustedes, seria taaaaan amable de decirme dónde puedo encontrar combustible en estas horribles tierras? – Dijo con una sonrisa mientras les miraba, aunque estos a ella no. – He dicho, que si saben dónde encontrar combustible, c-o-m-b-u-s-t-i-b-l-e.
Los hombres seguían ignorándola así que resoplando se dirigió hacia Singular de nuevo y cogió algunas de sus pertenencias.
-Volveré pronto, más te vale que te cuides bien tu solita.
Lanzándole un beso giró sobre sus talones y se puso en marcha hacia la puerta de la Vigilia de Morgan. Una mano se posó en su hombro.
- Quizás, en otro asentamiento, hacia el este…
Lo dijo un elfo con el rostro muy serio que no la miró en ningún momento y apartando la mano de su hombro señaló al horizonte. La enana le miró sorprendida y le dio las gracias, el elfo hizo una pequeña aunque elegante reverencia y volvió a su tienda.
-Hacia el este, hacia el este, en mi mapa no pone nada de ningún campamento en el este…
Llevaba ya un rato andando por el viejo camino semienterrado y no había visto mas que rocas, montañas y algún que otro lobo en la lejanía. Estaba cansada, no acostumbraba andar mucho y menos por zonas de ese tipo. Se sentó en una gran roca a la izquierda del camino y sacando su petaca de ron dio un trago.
- Que sitio tan horrible… - Dijo en voz alta.
- Lo es, ¿Verdad Daga?
Era una pequeña goblin la que hablaba desde abajo. Tenía el pelo corto de un marrón brillante e iba vestida de lila marcando su esbelta aunque pequeña figura.
- ¿Qué? – Dijo Larka mientras la miraba, no esperaba encontrarse a nadie en medio de ninguna parte y le resulto muy extraño. - ¿Quién es?
- ¿Ya no te acuerdas de mí? Si tampoco hace tanto desde la última vez que nos vimos, que fue… Cuando murió Yeirrek ¿Verdad? – Dijo con una amplia sonrisa en sus labios mientras miraba a la enana.
- Yeirrek… ¿Gauwina? Pero, ¿que estas haciendo aquí? – Le dijo Larka sorprendida. – Pensé que estabas en otro dirigible.
- Si bueno, así es, en parte, pero ahora no necesitan de mis servicios en él y, nada, aquí estoy ¿eh?
- Me alegro de que trabajes pero no me has contestado. ¿Qué haces aq..?
- Te vi a lo lejos, ya sabes que tengo muy buena vista, en realidad solo vi una figura, y pensé que era algún moribundo, pero, ¡Mira a quien me encuentro! A la perdida Daganza. – Dijo interrumpiéndola. - Tengo una pequeña tienda aquí cerca, ¿Y si vamos allí?
- Sí , bueno, supongo, pero yo tengo que ir a un sitio y…
- ¡Tonterías! – Dijo interrumpiéndola de nuevo.
Gauwina subió ágilmente a la roca y cogió del brazo a Larka. Esta aún extrañada por el encuentro se dejo arrastrar y acabo de camino hacia la tienda de la goblin. No tardaron mucho en llegar pero a la enana se le hizo el camino eterno debido al parloteo constante de la goblin, hablaba y hablaba pero no le decía que hacía en esos lares.
- Bien, aquí estamos, ¿quieres comer algo, bebida, ron? Ron, seguro ¿verdad? – Preguntó mientras entraba en la tienda sin dejar tiempo a Larka para contestar.
- Yo, no gracias. Pero de verdad, tengo que irme, tengo que encontrar combustible para Singular… - Le dijo sonriendo.
- Singular… ¿Aún funciona ese viejo trasto? Pero mira, es tu día de suerte, si te quedas conmigo puedo darte algo de combustible ¿eh? – Dijo en voz alta desde el interior de la tienda.
Era una tienda lo bastante grande como para tres o cuatro personas, fuera tenía unas cuantas cajas y mochilas y a la izquierda había un gran bulto tapado con una tela blanca. Larka se dirigió hacia él y dio un tirón a la tela, realmente no fue una sorpresa lo que encontró. Una maquina voladora, más nueva, brillante y quizás más potente que Singular se erguía ante ella. Gauwina salía en ese momento de la tienda con un par de vasos que coloco sobre una caja.
- ¿Te gusta? La cree yo… - Comentó señalándose a sí misma.
- ¿Ahora vuelas sola? – Sin apartar la mirada de la maquina.- Y que sepas, Singular no es ningún trasto…
- Si bueno, claro, ¡Ven, siéntate! Cuéntame que te ha traído a estos parajes ¿no?
La goblin se sentó en el suelo cruzando las piernas frente a la caja y cogió uno de los vasos. Larka aun confusa fue junto a ella y se sentó.
- Dime, dime. – Le dijo mientras esbozaba una sonrisa.
- Pues nada Gau, te acuerdas de mi padre Marvik ¿Cierto? Pues resulta que murió. – La goblin se puso seria. - Y nada, he venido porque su última voluntad fue que así lo hiciera, pero Singular me ha dejado tirada y no puedo subir a las montañas.
- ¿Y vienes tu sola? ¿Sabes que es peligroso? Pero aquí estoy yo para acompañarte, si quieres, claro está. – Volvía a sonreír y la miraba fijamente.
- No sé, es entre mi padre y yo… - Le dijo bajando la vista. – No creo que…
- Si no me dejas acompañarte como en los viejos tiempos, no tendrás tu combustible. – Dijo Gauwina interrumpiéndola burlonamente.
- Está bien, pero al interior solo iré yo. – Le contestó secamente.
- Claro, claro.
Gauwina se puso en pie y tras recoger su campamento un poco se dispuso a cargar un par de pequeños barriles de combustible, mientras, Larka se perdía entre sus recuerdos, tiempos pasados que había pasado en el dirigible, donde había entablado amistad con la goblin entre otras personas. Gauwina siempre había estado muy alejada de la tripulación, de hecho era la encargada de avistar en las alturas mientras que los demás estaban en la cubierta. Era una goblin muy habladora y siempre estaba perfectamente arreglada, igual que ahora, en medio de una tierra llena de pedruscos y lava, su belleza y elegancia hacia acto de presencia. No había vivido muchas aventuras con ella, pero bueno, era conocida y había sido la única que le dio apoyo tras la muerte del Capitan Yeirrek.
-¿Nos vamos? – Pregunto Gauwina.
-Sí, claro. – Contesto Larka con una sonrisa de felicidad, al final su problema se había solucionado.
Gauwina monto en la maquina dejándole espacio a Larka, que se monto de un salto detrás de ella. La goblin arrancó y salieron a toda velocidad hacia Vigilia.
El campamento de la goblin quedo solo, pero recogido, tanto que parecía abandonado. Larka sonrió para sí misma, la máquina de Gauwina no era más rápida que singular por mucho que fuese más bonita.