miércoles, 21 de marzo de 2012

El Regreso


Habían pasado varios días desde que partieron de la abarrotada ciudad de Ventormenta. El tiempo no les acompañaba: viento, agua y mucho frio; varias averías mecánias y altos en el camino. Sucios y chorreando, llenos de bartulosy discutiendo entraron en la bahía, las miradas que se posaban en ellos se apartaban al segundo y otras tardaban poco más junto a un gesto de cabeza a modo de saludo. No es que fuesen muy conocidos y menos aún en un sitio tan concurrido, pero no suele ser normal ver a una pareja de enanos por esas zonas.
En pocos minutos la pareja ya entraba a la posada. Sucia a juego de ellos, llena de marineros y piratas varios borrachos, jugando o tirados por las esquinas.


-¡Señor Marvik! - Exclamó el goblin de detrás de la barra.- Cuantísimo tiempo sin verle por aquí, y menos en tan buena compañía.


El goblin les miraba con esa sonrisa que caracteriza a los codiciosos duendecillos. Salió raudo hacia el otro lado de la barra y empujando a un ebrio congénere al suelo despejo un par de taburetes que limpió con brio, sin dejar de mirarles por supuesto.


- Pues sí, bastante se echaba de menos este sitio, pero tranquilo, ya estoy yo para darle otro color menos verde con mi hermosura. - Contestó Marvik, como siempre sonriendo y mesándose la barba.


La pareja se acercó hacia sus taburetes y el goblin volvió a cambiar de lado. Había demasiado ruido, humo y alcohol derramado por los suelos. Ciértamente el sitio dejaba mucho que desear, particularmente ese día.


-¿Hija? - Preguntó el enano a su acompañante.
- Algo fuerte, pero fuerte de verdad, no como lo que les das a estos. - Dijo la enana sonriente mientras miraba al goblin de la barra que ya se ponía en movimiento.
- Pues ya lo has oído, dos vasos de lo más fuerte que tengas.


La enana echó un vistazo con atención a la planta baja del local y levantándose lentamente se dirigió hacia las escaleras, asomándose. Volvió segundos después junto a Marvik y negó con al cabeza.


- Aquí lo tienen señores, que lo disfruten y si creen que necesitan vomitar, tienen el cubo ahí. - Dijo el duendecillo mientras les señalaba un pequeño cubo de madera oscura que estaba siendo abrazado por un par de inconscientes parroquianos.


Marvik hizo un gesto al goblin para que se acercase y este así lo hizo.


- La joven M, ¿Dónde está? - Le susurró.
- Señor, no sé de qué...
- Shh... No me seas... - Dijo el enano aún susurrando.
- Bueno Señor Winderth, ya sabe que uno ve muchas cosas, y sobre todo mucha gente al cabo del día...


La enana puso una de sus mejores sonrisas y cogió el vaso, le guiñó un ojo al goblin y salió al exterior. El goblin miró a Marvik y este hizo un gesto hacia la puerta. El goblin partió en esa dirección sin decir nada y Marvik se quedó solo en la barra, tomando su bebida que para nada era fuerte y observando el panorama.


- Desde luego que mal se lo montan por aquí ahora... Lo que daría por pasarme una noche por una de las tabernas de Forjaz...


Terminó el contenido del vaso y subió por las escaleras en búsqueda de la puerta superior. Se plantó en el puente que une las pasarelas y se preparó una pipa. La noche parecía estar despejando, ya no llovía y había menos gente deambulando por ahí. Se asomó para buscar a la enana o al goblin pero ni rastro, tampoco le importaba mucho así que siguió disfrutando de su pipa. Pocos eran los momentos en los que a Marvik no se le iba la cabeza o no disfrutaba de su belleza...
El pequeño y verde goblin apareció jadeante corriendo hacia la posada. Marvik miró hacia la direccion de la que provenía, un pequeño callejón tras unas casas del cual ahora salía la enana tranquila y sin prisa.
El enano bajó de nuevo cruzando el local, esquivando alguna que otra botella voladora y abriéndose camino con dificultad.


- ¡Cuidado con mi cara! Malditos borrachos...


Ya fuera se reunió con su hija que le esperaba sonriente.


- M está en otro continente, creo que con Anthorius, ¿Sabías que le apresaron?
- Y, ¿se sabe algo sobre los otros?
- Varissa volvió a su tierra, y los gnomos creo que muertos. - Le contestó la enana poniendo una mueca de asco al mencionar a estos últimos.
- ¿Cómo van a estar muertos esos pillines? - Preguntó Marvik para acto seguido soltar una larga carcajada. - Muertos dice.... ¿Y bien? ¿Iremos o has cambiado de idea?
- Iremos, iremos...


Al contrario que su viaje desde la ciudad a la bahía, el camino hacia el otro continente fue rápido y agradable. Fueron en un barco junto a un montón de mercancías y algún que otro muchacho en busca de aventuras.
Llegaron a Trinquete sobre la hora de comer y el olor a pescado frito se filtraba por todo el lugar.


- Pescado pescadito, hace mucho que no como un buen escamoso.
- Pues de momento no sera así barbudo, primero los negocios y luego más de lo mismo. - Le contestó la enana sonriente.


Dieron una vuelta por la zona, mirando con interés a los humanos con los que se cruzaban. La mayoría eran hombres fuertes, musculosos y mientras Marvik andaba sin mostrar mucho interés en ellos más que para verles el rostro, la enana se quedaba embobada observándolos.


- Vamos hija, ¿hija?


Pero su hija ya no estaba alli, se alejaba en direccion a la taberna con uno de los mozos a su lado.


- Desde luego, a veces me pregunto cómo un enano tan guapo como yo pudo tener una hija tan, tan... hija...


Marvik siguió su camino, ahora con mas interés, buscando en cada esquina y saludando a todo el que se encontraba. El sol calentaba con fuerza y dejó de buscar en las caras de la gente para ir a la búsqueda de un árbol, roca o cualquier cosa con una sombra fresquita. Encontró un árbol, no muy grande, no muy bonito pero desafortunadamente estaba ocupado por una pareja muy bien vestida, más típica de un picnic en las zonas verdes de la gran Ventromenta. No se lo pensó dos veces y quitando de su mente la idea de dejarles tranquilos fue hacia allí, con suerte hasta le darían de comer pescado.


- Buenas mozos. ¿Cómo va el día? Bien ¿No? Me preguntaba si..
- Largo. - Le cortó la mujer.
- Pero mujer, si yo solo...
- Largo.


El humano miro a la mujer, esta no apartó la mirada de su plato y Marvik los miró a los dos, entonces, el humano miro a Marvik y sus miradas se cruzaron. Ambos abrieron los ojos como platos. El enano paso su mirada a la joven.


- ¿M...? -Pregunto el enano a la joven.


Entonces la joven levantó la cabeza para mirarle y acto seguido dejo caer el plato que le ensució el bonito vestido.


- Winderth... ¿Aquí? ¿Cómo? Habla mas bajo... - Le susurró la mujer.
- M, estas muy guapa, no más que yo pero, te recordaba como, un hombre...


Y tras eso se encogió esperando un objeto volando hacia el o algo parecido. Tras unos segundos y no recibir el golpe volvió a su postura inicial, los dos le miraban, esperando.


- Uff... Veréis... - Dijo mientras se sentaba. - Daga y yo nos encontramos hace no mucho, hay mucho que contrar, o quizás no, bueno el caso, queremos retomar nuestra antigua vida... Sabemos que sin él es difícil, sabemos que no estaremos todos... Pero era nuestra vida, tenemos todo preparado, planeado, solo nos faltais vosotros, si quereis...


- Yo ya no quiero formar parte de eso, los calabozos no son lo que más me agrade en el mundo.- Era el hombre el que hablaba ahora.-
- No es nuestra intención seguir los pasos de Yeirrek a no ser que sea extrictamente necesario. No queremos perder a nadie más. Mensajeros, mercenarios aereos, comerciantes... Cualquier cosa antes que eso, al menos por ahora.


Eso último lo dijo la joven enana, había llegado mientras el trío se miraba con cara de idiotas y ahora les sonreia.


- Supongo que necesitaréis mi arte para convencer. - Dijo la humana mientras se levantava. - Contad con ello.
- Y conmigo... - Añadio el humano junto a un largo suspiro.
- ¡Genial! Pues cuando esteis listos, nos reuniremos en el muelle


Tras decir esto, Marvik hizo una reverencia y cogiendo el brazo de la enana marcharon hacia la posada.


- ¿Has visto a M? Parecia una mujer...
- Y que lo digas hija, y que lo digas....

sábado, 10 de marzo de 2012

Del Diario de la Capitana

Bueno, creo que por una temporada ya he malgastado la vida, a ver si encuentro un trabajo decente y asiento la cabeza.


Ayer te vi, ya no eres el de hace unos meses, no se si es bueno o malo.
Siempre estarás en mi memoria, en mi corazón, pero nunca lo podrás ver, solo serás uno más ante mis ojos.

domingo, 4 de marzo de 2012

La odisea de Marvik

Era en mis tiempos mozos cuando decidí abandonar mi hogar. Estaba harto de que me tratasen como a un Don Nadie y de que me restregasen lo bueno que era mi hermano en todo. El siempre era el más mayor, más fuerte y más honorable; por suerte yo soy mas guapo.
Pero un día mi hermano se pasó, menudo capullo. Estaba con mis amigos compitiendo por una zagala en un concurso de pulsos y entonces llegó.

-¡Clareeeeens, papi te está buscando!

Intenté hacerme el loco pero no fue posible. Se acercó y se acercó y cuando los demás se dieron cuenta de quién era Clarens... Se partieron de mi.

¡Sí! ¡Me llamo Marvik Clarens Winderth! ¿ Algún problema? Espero por tu bien que no tengas ninguno.

En fin, el caso es que desde entonces se la tengo jurada. Cuando llegué a casa allí estaba mi señor padre. 

- ¡Marvik Clarens! Te estaba buscando, menos mal que estaba tu hermano para encontrarte.

Y mi "querido" hermano entró por la puerta de casa, ¡ Con la zagala cogida por la cintura! Diciendo :

- Pues sí hermanito, menos mal que estaba yo.


No aguanté mas y exploté, empecé a chillar como un zumbado tirándome de los pelos y de la barba.

- Clarens, hijo, ¿Qué pasa?

Y entonces grité más y salí de la casa dando un empujón a la parejita feliz. Aún gritando y rojo por la ira corrí por toda la ciudad hasta que salí de Forjaz. Miré a mi alrededor y me dije, ¿Y ahora qué? ¡Ah si, a la taberna de Kharanos!
Allí que fui, entré, me saludaron amablemente, me lleve la mano a la bolsa y di media vuelta hacia la puerta. Me habia ido sin una sola moneda, ni de cobre ni de nada...
Tenía que ganarme la vida de algún modo, pero no me apetecía trabajar. Miré a mi alrededor buscando algo, solo encontré a una moza de bastante buen ver a la que guiñe el ojo, era tan guapo que no se resistiría a mis encantos y me llevaría a su casa, donde podría cenar y beber. La zagala se me acerco sonriente, yo le sonreí y entonces, ¡Zas! Bofetazo que me llevé, ¡En mi preciosa cara!

Definitivamente allí sin dinero no tenía nada que hacer, así que andé, y andé y vagué por la montaña entre nieve, y pasando frío, porque no fui tan listo como para coger una manta, oh mi dulce mantita, donde estarás ahora...

Borrón negro en mi cabeza. Cuando desperté, ¡Estaba en gallumbos! Un duendecillo verde sonriente me miraba expectante. Grité, y el gritó más, y yo comencé a gritar más que el, y el más que yo.

- ¡¡Tíos, que está vivo, está vivo!!

Por lo visto se habían repartido mi ropa como si de un gran botín se tratase. Eran varios goblins y una mole de músculos, verde también. El goblin que me gritaba volvió a mirarme diciéndome:

-Caray chico, menudo susto me has dado.

- Nosotros creer que tú muerto, pero ser mucho mejor, ¡Ahora esclavo en venta!

Que sorpresa, la enorme mole verde también sabía hablar. Me negué a aceptar lo que había dicho así que me revolví y les dije que yo no podía ser un esclavo, era demasiado guapo.
Uno de ellos, vestido con camisa, lentes y un aparato con muchos botones de colorines, dijo que sin duda era lo mas rentable.

Me metieron en un barril, que no olía muy bien, y cerraron la tapa que por suerte tenía un agujero al que pegué mi hermosa nariz. Rodé, caí, me subieron, me bajaron, se me sentaron encima tapándome el agujero... 

¡Luz y aire! Habían abierto el asqueroso barril. Me asome al exterior, era una pequeña bahía con muchas palmeras y duendecillos verdes. Me sacaron y me engrilletaron, ¡O como se diga!
Me taparon los ojos y me hicieron andar y andar, cuando me los destaparon estaba en una tarima junto a un tipo azul y muchos humanos, pegaba el sol de frente y no podía ver un carajo.
Una mujerona bien vestida, con un gran escote y una larga melena negra me señaló y la mole verde me bajó de la tarima. La mujer no estaba mal, pero me tocaba en sitios muy, raros....
Pero pasó de mi. Gente iba y venía, miraban, se reían, pero el caso es que a mi ese día no me vendieron como esclavo. 
Me llevaron de vuelta, tapandome de nuevo los ojos, me los destaparon cuando llegamos a un camarote, o eso parecía. La mole verde me miraba.

- Hombretón, algún beneficio tendrás que dar ya que no poder vender a tu. Comida puedes ser...

Me alarmé, alguien como yo no podía acabar en una cacerola para goblins. Puse en funcionamiento mis hermosas neuronas, algo podría hacer, algo que no implicase morir.
¿Que sabia hacer que pudieses interesarles?
Ofrecí mis servicios y habilidades con los explosivos, pero mi amigo verde se rió a más no poder.

- Yo llamar al jefe Dickinson y el decidir.

Esperé y esperé y seguí esperando, y me entraron ganas de ir al baño mientras esperaba. Llegó el goblin con un montón de trastos y me los tiró delante.


- A ver qué sabes hacer barbas, si nos sorprendes te dejaremos unirte.


Tenía que montar la bomba, y cada vez aumentaban más mis ganas de ir a una letrina por sucia que estuviese. Empecé a sudar y moverme, y los dos seres verdes me miraban con una sonrisa. Seguramente pensasen que era tonto y no tenia ni idea, ¡Pero el chorro estaba a punto de salir! 
Me di cuenta de que me faltaba algo, solo me dieron chatarra, necesitaba algo inflamable para rellenarlo. Orinar, por todos los demonios, yo solo quería orinar... Y entonces, ¡ La idea! 
Me bajé los calzones, que por cierto estaban muy sucios, cogí la chatarra y me di la vuelta, enrosqué un par de trozos de metal y apuntando con esa puntería tan famosa que caracteriza a los Winderth, descargué todo en el improvisado bote mientras pensaba en como hacer que aquello explotase. 


- ¿Esta haciendo lo que creo que esta haciendo?




Qué agusto me quedé, pero el otro problema estaba ahí. Por suerte uno de los trozos de chatarra era una batería, o algo parecido. Y si combinamos mi zumo personal en el invento... ¡Pum! Podría lograr una bomba de orina cargada electricamente. Aunque mi fuerte es la polvora, puedo decir que aquella fue la mejor bomba improvisada que creé nunca. Un simple interruptor desde la batería hasta el liquido y tirarla al suelo para que reventase, sería suficiente.
Me di la vuelta, eso si, subiéndome mis sucios calzones, y se la enseñé sonriente.
Me quedé observándolos con la cutre-bomba de orín en la mano mientras se reían.


- ¿Qué te parece, Krushkrush? Al menos, imaginación tiene.


Y sin parar de reír se alejó hasta alcanzar la puerta del camarote, entonces se detuvo y dijo:


- Estás contratado.