domingo, 31 de julio de 2011

Diario de una Pirata Parte II

Crestagrana. Noche fresca, despejada y llena de estrellas en la Villa. Las luces de todos los edificios brillan con el encanto que da un hogar acogedor mientras la gente va y viene. Algunos pescan, otros pasean, otros, discuten.
Una pareja de enanos discute mientras quienes pasan a su lado quedan perplejos. No hay gritos, voces ni palabras altas.
-Vete...-Dijo el enano.
-No hacía falta echarme - Dijo la enana sin mirarle y caminó hacia el puente de piedra.

Un par de días después, en el mismo lugar, la enana, Larka se acercó a la pequeña posada de la Villa esperando no encontrarle pero con la certeza de que así sería. Y así fue, al entrar y vislumbrar el fondo del lugar le vió, pero para su suerte acompañado. Una elfa con aspecto cansado y ropas de viaje conversaba con él.
Fue hacia la barra, mirando al frente mientras se repetía mentalmente que no debía mirarle, que él no estaba allí. Pidió un ron, como de costumbre, y con el mismo pensamiento se sentó en una mesa lejana. Sabía que no podría convencerse de que no estaba allí y su ser le mandaba ir con él, pero se mantuvo firme y dio un trago a su ron.
-Esto es más difícil de lo que pensaba...- Murmuró.
Rebuscando en su mochila sacó un pequeño mapa de las Estepas Ardientes. Estaba algo roto y bastante pintarrajeado pero aun así se veía bien. Se quedó observándolo largo rato, tan largo que podría haberse olvidado del enano de no ser por la llegada de una joven. La recién llegada caminó por la posada hasta donde estaban el enano y la elfa. No pudo entonces sino que dirigir una fugaz mirada que bastó para volver a verle y sentir el amor-odio que la corroía cada vez que la imagen del enano pasaba por su mente.
Tomando la firme decisión de no mirar más, clavó su vista en el mapa y en las marcas que este tenía.
Una vez más, alguien llegó a la posada, esta vez era una joven elfa nocturna de cabello verde y ropas ligeras.
-¡Una enana! - Exclamó mientras se acercaba a Larka. - No había visto nunca a ninguna, creí que no existían.
Se puso enfrente de la enana mientras esta, levantó la mirada para bajarla al segundo.
- Y, ¿Qué hace una enana por aquí? - Dijo con un claro entusiasmo.
- Estoy ocupada... - Dijo en voz baja la enana.
La elfa se encogió de hombros y con una sonrisa se sentó en una de las mesas vacías. Larka suspiró e inconscientemente miró hacia la mesa del grupo del enano, pero para su sorpresa este ya no estaba. Se levantó entonces con intención de pedir un ron, mas cuando llegó a la barra cambió de idea.
- ¿Sabes? Ya no quiero ron. Pero te dejare pagadas las cervezas del cabezón del enano. - Dijo Larka al tabernero mientras este asentía.
-¿Pagando las borracheras de Gilfor? - Pregunto la elfa que había estado con el enano mientras que la humana que le acompañaba soltaba una risita.
Larka se dio la vuelta y las observo. La elfa se presento como Ailil Sombra Arcana, la recordaba vagamente de estancias anteriores en la Villa, del tiempo en que conoció al enano, pero era la primera vez que veía a la humana, que se presento como Tharel.
- Si, le pago las borracheras, pero él no las acepta. - Contesto secamente.
- Ah, mal de amores... - Dijo la joven con cierto aire ausente.
- Amores amores, ¿Quién quiere amor teniendo ron? - Dijo la enana mientras soltaba una carcajada.
-Gilfor es burdo y basto, ahuyenta a las mujeres. -Dijo Ailil mientras Tharel se reía levemente.
- ¡Pues a mí me gusta! - Exclamó la enana mientras se sonrojaba.
-Me retirare por ahora, estoy agotada. Hasta pronto. - Dijo Ailil para posteriormente inclinarse e irse.
- Bueno, mi pequeña amiga... Dijo Tharel
-Bueno, mi gigante amiga... - Contesto Larka con tono burlón.
- Iré a cuidar del caballo, volveremos a vernos.
-¡ A más ver!
Tharel salió de la posada y Larka se quedo a solas con el tabernero.
- Y bueno... Lo de pagarle las cervezas.. Apúntamelo en la cuenta y cuando vuelva de mi viaje hablamos...
Sin esperar contestación del tabernero salió con paso lento y se sentó mirando al lago. Todo estaba tranquilo, había algún que otro joven sentado en la orilla contemplando el paisaje, el cielo, o haciendo manitas con sus respectivas parejas.
- ¡¡¡Enana!!!
Levantándose de un salto, miro hacia los lados y detrás suyo encontró a la elfa nocturna que le había estado molestando. Con una gran sonrisa observaba a Larka mientras que se acercaba más y más.
- ¡¿Por los dioses, que pasa?! - Exclamó la enana a la vez que se apartaba de ella.
-¡Hola!
- Si si, hola... - Le contesto mientas la miraba con desconcierto y algo de miedo.

La elfa se sentó frente a la enana, aun con esa gran sonrisa y después de un rato dijo:
- Enano ¿eh?
- ¿Qué?
- ¡Eso, que te gusta el enano! - Exclamó muy alto a la vez que acercaba su cabeza a la de la enana.
- Si, ¿Y? ¿Tienes algún problema?
La elfa negó enérgicamente con la cabeza, empezaba a resultarle irritante, tanto como los gnomos.
- ¿No tienes que ir a un bosque o algo?
- No, ¡Estoy viendo una enana! – Dijo entusiasmada mientras sonreía aun más.- Lo creas o no, es algo que no se ve todos los días. ¡Y menos si está enamorada!
- No lo estoy, ¡Solo estoy enamorada de mis inventos!
Larka que nunca se enfadaba, empezó a hacerlo.
- No mientas, vi tus ojos, brillaban como solo el amor puede hacerlos brillar. – Dijo la elfa, adoptando una actitud más seria y soñadora. – Pero a la vez, tienen un toque de tristeza que los apaga.
- Si bueno, estoy trabajando en un trabuco que dispare cucharas. – Le contestó cambiando radicalmente de tema con la esperanza de que lo dejase ya. – ¿Te interesaría invertir en él?
- ¿Trabu… qué? – Pregunto la elfa desconcertada. - Te estoy hablando de algo tan bonito como el amor ¿Y me hablas de armas?
Larka soltó una carcajada mientras miraba a la elfa.
- Si no quieres, también fabrico cortazanahorias, pero ese ya esta patentado.
- ¡Ve a por el enano y lánzate a sus brazos!
- ¡Por todos los malditos cielos!, ¿Quieres callarte ya? ¡Te van a oír!
- ¿Y? Algo tan bonito como el amor hay que gritarlo a los cuatro vientos.
La elfa se levanto y alzando los brazos gritó:
- ¡Amor! ¡Lo más bonito y así lo digo!
Larka, ya cansada de la elfa y sus comentarios llevó la mano a la empuñadura de una de sus espadas.
- Cállate, maldita sea… ¡Cállate!
- Lo hare si me prometes que acabareis juntos. – Le contestó mientras se arrodillaba frente a ella.
- Tú estás loca, grillada, chalada… ¡Ida totalmente! – Dijo Larka mientras apretaba con fuerza la empuñadura. – Mira, te regalo el cortazanahorias de D.L.W., pero deja al enano.
Entonces apareció un hombre montado a caballo, vestía bien, con ropas caras. Iba a paso lento, mirando a los lados.
- Buenas noches. – Mientras se inclinaba desde el caballo y proseguía con su camino.
- ¡Eh! ¡Espere! – Exclamo la elfa a la vez que se levantaba de un salto. - ¿Conoce al enano?
- ¿Cuál de ellos?
- Cállate… - Le dijo Larka a la elfa con calma.
- Uno muy arisco. – Contesto la elfa sonriente. – Así, como feo…
- ¿Gilfor? – Dijo el hombre mientras soltaba una leve risilla. - ¿Qué le ocurre?
- Cállate… - Repitió la enana. Esta vez mas secamente.
- Nada, es que tiene cervezas pagadas. – Contesto la elfa mientras cruzaba los brazos por la espalda. –Si se lo podría decir…
Larka suspiró aliviada. Se relajó y soltó la empuñadura.
-¿Puedo hacer algo mas por ustedes? – Preguntó el hombre.
-Sí, si le ve, dígale también…
-¡No! – Grito la enana interrumpiéndola.
La elfa haciendo caso omiso del grito de la enana.
- El amor es lo más importante. – Dijo mientras se giraba y sacaba la lengua a Larka
- Maldita sea… - Murmuro la enana.
Frunciendo el ceño, con cara de confusión el hombre asintió y prosiguió con su camino. Larka se giro y pateo con fuerza un barril que tenía a su lado.
-¿Qué pasa enana? – Dijo la elfa con tono burlón.
- Eres realmente estúpida… - Respondió la enana sin mirarla mientras daba otra patada al barril que salía rodando.
Larka dio la vuelta y se puso en dirección a la posada. Ahora había más gente, debieron entrar mientras discutía con la elfa. La chimenea estaba encendida y el calor era bastante insoportable.
- ¿Está segura de querer darle el mensaje?
Era el hombre de antes, frente a ella.
- Haga lo que quiera, pero no le hable de mí. – Contesto la enana mirando a la chimenea. –Por favor….
- Gilfor trabaja en la guardia de mi finca. – Dijo el hombre esperando una mirada de la enana.
- ¿Sabe? – Aun sin mirarle.- Tiene un gran enano trabajando. Trátelo bien.
- Así lo hare. – Asintiendo. – Suerte, my lady. El amor tarde o temprano triunfa.
El hombre marcho sin decir nada más y Larka se quedó sola, mirando cómo bailaban las llamas. Perdió la noción del tiempo y cuando decidió que era hora de marchar despego su vista de fuego. Una mujer joven la observaba.
- Buenas noches. –Dijo la joven mientras se inclinaba.
- Inclinarse es malo para la espalda señorita. – Contesto la enana sonriendo.
- Soy joven, no creo que me haga mucho daño.
- Ah, ah, ah, ah, el que avisa no es traidor. ¿Quiere que le invite a algo?
- No gracias. ¿Qué trae por aquí a una enana?
- Un viaje, y el enano. –Al decir eso último volvió a apartar la mirada.
- Con permiso, vuelvo a casa. A padre no le gusta que ande por ahí mucho tiempo.
- Si, bien…- Dijo la enana mientras se inclinaba.
- Es malo para la espalda inclinarse, dama – Y salió por la puerta de la posada.
Larka no pudo más que sonreír ante tal comentario. Al menos, la noche no había acabado tan mal. Subió a su cuarto, estaba casi vacío. Recogió sus escasas pertenencias y bajó por las escaleras. No había entrado nadie más.
- Mejor… -Susurró mientras miraba detalladamente el sitio.

Salió de la posada, en la calle no había nadie, normal a esas horas. Las luces de las casas estaban apagadas casi totalmente. Hacia frio y algo de viento. Miró hacia el cielo, luego a un lado y luego al otro. Suspiro y se puso en camino hacia la parte trasera donde tenía aparcada a Singular, su máquina voladora. Era una maquina, como su propio nombre indica, singular. Un cúmulo de chatarra oxidada y vieja pero llena de botones y lucecitas. Colocó sus bártulos, subió y arrancó lentamente.
Desde las alturas contempló por lo que seguramente fuese la ultima vez la pequeña villa. Ya no tenía nada que hacer allí.

Diario de una Pirata Parte I

Tarde calurosa de verano en la lejana Bahía del Botín. La débil brisa movía ligeramente las hojas de las palmeras, mientras que algunos de los mas atrevidos o quizás aburridos pescadores se aventuraban a pasar el tiempo bajo un sol de justicia.

Un joven humano, de no mas de diecisiete años, cruzaba rápidamente por los muelles de la desierta Bahía. Miraba hacia los lados, preocupado, sin encontrar a su objetivo. Después de un rato buscando por las diversas casas, rincones y oscuros recovecos llenos de piratas borrachos, la encontró.
Tumbada boca arriba, sobre uno de los tejados recién reparados, Larka Winderth, una joven enana rubia, pecosa, de ojos azules miraba el cielo despejado.
-¡Eh! La de ahí arriba, baja - Dijo el muchacho jadeando-. ¡Por favor!
-¿Mmm?¿Qué pasa? - Contestó la enana mientras se desperezaba y dando un ágil salto aterrizaba junto al joven.
-Yo... Toma, me dieron esto para ti. Es urgente - Le dijo mientras se calmaba un poco. Rebusco en una pequeña mochila durante unos segundos y le entrego una carta lacrada.
Larka observo la carta mientras se la arrebataba bruscamente. No tenia remitente y por el estado del sobre parecía haber sufrido un largo viaje.
-¿Quién te la dió? -Dijo secamente.
-Eh... No puedo decirlo señora, yo...
-Esta bien muchacho. Puedes irte - Dijo cortandole la frase.
-Si, si...
La enana le dirigió una sonrisa mientras se giraba. A paso lento, con la mirada fija en la carta que se encontraba entre sus manos se dirigió a la taberna del Grumete Frito, donde entro saludando con un gesto de cabeza.
Levantando la vista de la carta, pidió un ron y subió a la segunda planta. Se sentó en la mesa mas apartada y a la vez la que mas limpia estaba y volvió a contemplar la carta con mirada ausente.
"Es urgente"
-Maldita sea y maldito sea él - Murmuró mientras reaccionaba.
Entonces abrio la carta con cuidado, poco a poco, y sacándola con delicadeza la leyó.

A Daganza Larka Winderth, mi hija:


Sé que te extrañará recibir una carta de mi procedencia tras tanto tiempo sin noticias mías, pero tengo algo importante que decirte.
Las cosas en los cielos últimamente no han ido del todo bien y quería hablar contigo de alguna forma, siendo esta carta la única que pude hallar.
Es posible que pronto muera, Daganza. Quería que lo supieras.
Sea como fuere y sin querer darle importancia al por qué (Ya sabes cómo es nuestra vida, a todos nos toca algún día...) también quería contarte que todas mis posesiones, son ahora tuyas. Te digo ahora, hija mía, pues mientras lees esta carta, puede que yo ya no viva.
Quiero que sigas adelante, como has estado haciendo hasta ahora sin saber de mi, como debes seguir haciendo pase lo que pase.
Escondí mis posesiones en las escarpadas laderas de la montaña Roca Negra, pero debes tener cuidado si decides ir a buscarlas, pues las montañas, y en concreto esta, son muy traicioneras. Prométeme, aunque no pueda oirte, que tendrás mucho cuidado, hija mía.


Pase lo que pase, vaya donde vaya, siempre te querré.


Marvik Winderth.


-¿Qué...? -Susurro muy bajito, casi inaudible.
Dio un fuerte golpeen la mesa que llamo la atención de la gente que allí se encontraba.
Recogió sus bártulos, la carta, el ron y salio despacio, sin mirar a nadie, silenciosamente, como si ya no fuese ella, como si le faltase algo...


Desde un oscuro rincón de la taberna, dos figuras encapuchadas sonreían maliciosamente.

miércoles, 27 de julio de 2011

Despedida de un padre.


A Daganza Larka Winderth, mi hija:

Sé que te extrañará recibir una carta de mi procedencia tras tanto tiempo sin noticias mías, pero tengo algo importante que decirte.
Las cosas en los cielos últimamente no han ido del todo bien y quería hablar contigo de alguna forma, siendo esta carta la única que pude hallar.
Es posible que pronto muera, Daganza. Quería que lo supieras.
Sea como fuere y sin querer darle importancia al por qué (Ya sabes cómo es nuestra vida, a todos nos toca algún día...) también quería contarte que todas mis posesiones, son ahora tuyas. Te digo ahora, hija mía, pues mientras lees esta carta, puede que yo ya no viva.
Quiero que sigas adelante, como has estado haciendo hasta ahora sin saber de mi, como debes seguir haciendo pase lo que pase.
Escondí mis posesiones en las escarpadas laderas de la montaña Roca Negra, pero debes tener cuidado si decides ir a buscarlas, pues las montañas, y en concreto esta, son muy traicioneras. Prométeme, aunque no pueda oirte, que tendrás mucho cuidado, hija mía.

Pase lo que pase, vaya donde vaya, siempre te querré.

Marvik Winderth.


martes, 26 de julio de 2011

Del diario de la Capitana

Día 9 del mes 3 desde el aterrizaje.
Viento...
Viento...
<...Tachon...>
<...Tachon...>
Te quiero.