domingo, 4 de marzo de 2012

La odisea de Marvik

Era en mis tiempos mozos cuando decidí abandonar mi hogar. Estaba harto de que me tratasen como a un Don Nadie y de que me restregasen lo bueno que era mi hermano en todo. El siempre era el más mayor, más fuerte y más honorable; por suerte yo soy mas guapo.
Pero un día mi hermano se pasó, menudo capullo. Estaba con mis amigos compitiendo por una zagala en un concurso de pulsos y entonces llegó.

-¡Clareeeeens, papi te está buscando!

Intenté hacerme el loco pero no fue posible. Se acercó y se acercó y cuando los demás se dieron cuenta de quién era Clarens... Se partieron de mi.

¡Sí! ¡Me llamo Marvik Clarens Winderth! ¿ Algún problema? Espero por tu bien que no tengas ninguno.

En fin, el caso es que desde entonces se la tengo jurada. Cuando llegué a casa allí estaba mi señor padre. 

- ¡Marvik Clarens! Te estaba buscando, menos mal que estaba tu hermano para encontrarte.

Y mi "querido" hermano entró por la puerta de casa, ¡ Con la zagala cogida por la cintura! Diciendo :

- Pues sí hermanito, menos mal que estaba yo.


No aguanté mas y exploté, empecé a chillar como un zumbado tirándome de los pelos y de la barba.

- Clarens, hijo, ¿Qué pasa?

Y entonces grité más y salí de la casa dando un empujón a la parejita feliz. Aún gritando y rojo por la ira corrí por toda la ciudad hasta que salí de Forjaz. Miré a mi alrededor y me dije, ¿Y ahora qué? ¡Ah si, a la taberna de Kharanos!
Allí que fui, entré, me saludaron amablemente, me lleve la mano a la bolsa y di media vuelta hacia la puerta. Me habia ido sin una sola moneda, ni de cobre ni de nada...
Tenía que ganarme la vida de algún modo, pero no me apetecía trabajar. Miré a mi alrededor buscando algo, solo encontré a una moza de bastante buen ver a la que guiñe el ojo, era tan guapo que no se resistiría a mis encantos y me llevaría a su casa, donde podría cenar y beber. La zagala se me acerco sonriente, yo le sonreí y entonces, ¡Zas! Bofetazo que me llevé, ¡En mi preciosa cara!

Definitivamente allí sin dinero no tenía nada que hacer, así que andé, y andé y vagué por la montaña entre nieve, y pasando frío, porque no fui tan listo como para coger una manta, oh mi dulce mantita, donde estarás ahora...

Borrón negro en mi cabeza. Cuando desperté, ¡Estaba en gallumbos! Un duendecillo verde sonriente me miraba expectante. Grité, y el gritó más, y yo comencé a gritar más que el, y el más que yo.

- ¡¡Tíos, que está vivo, está vivo!!

Por lo visto se habían repartido mi ropa como si de un gran botín se tratase. Eran varios goblins y una mole de músculos, verde también. El goblin que me gritaba volvió a mirarme diciéndome:

-Caray chico, menudo susto me has dado.

- Nosotros creer que tú muerto, pero ser mucho mejor, ¡Ahora esclavo en venta!

Que sorpresa, la enorme mole verde también sabía hablar. Me negué a aceptar lo que había dicho así que me revolví y les dije que yo no podía ser un esclavo, era demasiado guapo.
Uno de ellos, vestido con camisa, lentes y un aparato con muchos botones de colorines, dijo que sin duda era lo mas rentable.

Me metieron en un barril, que no olía muy bien, y cerraron la tapa que por suerte tenía un agujero al que pegué mi hermosa nariz. Rodé, caí, me subieron, me bajaron, se me sentaron encima tapándome el agujero... 

¡Luz y aire! Habían abierto el asqueroso barril. Me asome al exterior, era una pequeña bahía con muchas palmeras y duendecillos verdes. Me sacaron y me engrilletaron, ¡O como se diga!
Me taparon los ojos y me hicieron andar y andar, cuando me los destaparon estaba en una tarima junto a un tipo azul y muchos humanos, pegaba el sol de frente y no podía ver un carajo.
Una mujerona bien vestida, con un gran escote y una larga melena negra me señaló y la mole verde me bajó de la tarima. La mujer no estaba mal, pero me tocaba en sitios muy, raros....
Pero pasó de mi. Gente iba y venía, miraban, se reían, pero el caso es que a mi ese día no me vendieron como esclavo. 
Me llevaron de vuelta, tapandome de nuevo los ojos, me los destaparon cuando llegamos a un camarote, o eso parecía. La mole verde me miraba.

- Hombretón, algún beneficio tendrás que dar ya que no poder vender a tu. Comida puedes ser...

Me alarmé, alguien como yo no podía acabar en una cacerola para goblins. Puse en funcionamiento mis hermosas neuronas, algo podría hacer, algo que no implicase morir.
¿Que sabia hacer que pudieses interesarles?
Ofrecí mis servicios y habilidades con los explosivos, pero mi amigo verde se rió a más no poder.

- Yo llamar al jefe Dickinson y el decidir.

Esperé y esperé y seguí esperando, y me entraron ganas de ir al baño mientras esperaba. Llegó el goblin con un montón de trastos y me los tiró delante.


- A ver qué sabes hacer barbas, si nos sorprendes te dejaremos unirte.


Tenía que montar la bomba, y cada vez aumentaban más mis ganas de ir a una letrina por sucia que estuviese. Empecé a sudar y moverme, y los dos seres verdes me miraban con una sonrisa. Seguramente pensasen que era tonto y no tenia ni idea, ¡Pero el chorro estaba a punto de salir! 
Me di cuenta de que me faltaba algo, solo me dieron chatarra, necesitaba algo inflamable para rellenarlo. Orinar, por todos los demonios, yo solo quería orinar... Y entonces, ¡ La idea! 
Me bajé los calzones, que por cierto estaban muy sucios, cogí la chatarra y me di la vuelta, enrosqué un par de trozos de metal y apuntando con esa puntería tan famosa que caracteriza a los Winderth, descargué todo en el improvisado bote mientras pensaba en como hacer que aquello explotase. 


- ¿Esta haciendo lo que creo que esta haciendo?




Qué agusto me quedé, pero el otro problema estaba ahí. Por suerte uno de los trozos de chatarra era una batería, o algo parecido. Y si combinamos mi zumo personal en el invento... ¡Pum! Podría lograr una bomba de orina cargada electricamente. Aunque mi fuerte es la polvora, puedo decir que aquella fue la mejor bomba improvisada que creé nunca. Un simple interruptor desde la batería hasta el liquido y tirarla al suelo para que reventase, sería suficiente.
Me di la vuelta, eso si, subiéndome mis sucios calzones, y se la enseñé sonriente.
Me quedé observándolos con la cutre-bomba de orín en la mano mientras se reían.


- ¿Qué te parece, Krushkrush? Al menos, imaginación tiene.


Y sin parar de reír se alejó hasta alcanzar la puerta del camarote, entonces se detuvo y dijo:


- Estás contratado.

1 comentario:

  1. No quiero imaginar como terminaria quien pudiera ser victima de esa explosion... me gusto la historia, sobretodo porque no era la tipica historia epica y sufrida de un individuo ejemplar torturado por los dioses y el destino... a ver si vemos mas!

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